Lamina Escolar Gratis de las 7 Palabras de Jesús

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LAS 7 PALABRAS DE JESUS

PRIMERA PALABRA: “PADRE PERDÓNALOS, PORQUE NO SABEN LO QUE HACEN”

Durante el camino hacia el lugar de la crucifixión, Jesús se encontró con Simón Cireneo, a quien los soldados obligaron a ayudar a cargar la cruz. Al llegar al lugar designado en la montaña, los soldados despojaron a Jesús de sus ropas y las repartieron entre sí por sorteo. En medio de este tormento físico y emocional, Jesús pronunció sus primeras palabras desde la cruz: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen». A pesar de los dolores intensos y las heridas infligidas por los latigazos y los clavos, Jesús mostró compasión y perdón hacia aquellos que lo crucificaban. Incluso en medio del sufrimiento, las palabras de Jesús reflejaron su profunda conexión con la voluntad divina y su deseo de perdón para aquellos que lo estaban crucificando. Los insultos y las burlas de la multitud, clamando por su sangre sobre ellos y sus hijos, quedaron enmarcados en la profecía de la destrucción futura de Jerusalén, cumpliéndose décadas después con la devastación causada por Tito.

SEGUNDA PALABRA: “YO TE ASEGURO QUE HOY ESTARÁS CONMIGO EN EL PARAÍSO”

Una vez crucificado, a Jesús le colocaron un letrero que rezaba «Jesús Nazareno, Rey de los Judíos», escrito en tres idiomas: hebreo, griego y latín. Esta inscripción provocó la indignación de los sacerdotes, quienes se quejaron ante Poncio Pilato, aunque este no le dio mayor importancia. Jesús permaneció en la cruz desde el mediodía hasta las tres de la tarde, momento en que uno de los dos ladrones crucificados a su lado comenzó a burlarse de él, retándolo a que si era verdaderamente el Hijo de Dios, se salvara a sí mismo y a ellos. Sin embargo, el otro ladrón, reconociendo la inocencia de Jesús, le pidió que lo recordara cuando llegara a su reino. Con compasión y misericordia, Jesús respondió afirmativamente, asegurándole que ese mismo día estaría con él en el paraíso. Estas palabras revelaron la naturaleza divina de Jesús y su capacidad para perdonar y salvar incluso en el momento más oscuro de su sufrimiento.

TERCERA PALABRA: “MUJER, EH AHÍ TU HIJO; HIJO EH AHÍ TU MADRE”

Mientras tanto, sacerdotes y otros transeúntes se mofaban de Jesús, desafiándolo con palabras como: «Si realmente eres el Hijo de Dios, sálvate a ti mismo». Jesús guardó silencio ante sus provocaciones. En ese momento, María, la madre de Jesús, se aproximó a los pies de la cruz y lo besó. A su lado estaba Juan, el discípulo más cercano y querido por Jesús. Al ver a su madre afligida y llorosa, Jesús deseó consolarla entregándola al cuidado de Juan, a quien amaba profundamente. Dirigiéndose a su madre, Jesús dijo: «Mujer, aquí tienes a tu hijo», y luego, mirando a Juan, añadió: «Hijo, aquí tienes a tu madre». Con estas palabras, Jesús confió a su madre, el tesoro más preciado, al cuidado amoroso de Juan, quien la llevó consigo a su hogar a partir de entonces.

CUARTA PALABRA: ¡DIOS MÍO, DIOS MÍO!, ¿POR QUÉ ME HAS ABANDONADO?

A mediodía, la tierra se sumió en la oscuridad, envuelta en sombras hasta las tres de la tarde. En ese momento, mientras Jesús sufría en la cruz y presenciaba las burlas de la multitud, pronunció un grito angustiado: «¡Dios mío, Dios mío!, ¿Por qué me has abandonado?». Estas palabras, marcando la cuarta de sus expresiones, resonaron entre aquellos que escuchaban, suscitando murmullos y reflexiones sobre la conexión de Jesús con Dios.

QUINTA PALABRA: “TENGO SED”

Después de proferir la cuarta declaración, Jesús murmuró: «Tengo sed». Un soldado, al pie de la cruz, al escuchar sus palabras, empapó una esponja en vinagre, la fijó a una rama de hisopo y se la acercó a los labios de Jesús. Este, al saborear el amargo líquido, anunció con voz serena: «Todo está consumado». Aunque sufría la tortura de la sed física, también anhelaba fervientemente que se cumpliera el Reino de su Padre en la tierra. Ansiaba el amor sincero de aquellos dispuestos a compartir su dolor y su sacrificio hasta el Calvario.

SEXTA PALABRA: “CONSUMADO ES”

Jesús declaró: «Todo está cumplido», indicando que su propósito se había realizado. Consciente de que su tiempo en la tierra llegaba a su fin, comprendió que la obra del Hijo de Dios en el mundo terrenal se había consumado. Esta vida encarnada no podía ser menos que el inicio de una nueva creación. Así, con la existencia terrenal del Hijo de Dios encarnado y la semilla sembrada en la tierra, surge el hombre renovado.

SÉPTIMA PALABRA: “PADRE EN TUS MANOS ENCOMIENDO MI ESPÍRITU”

Después de horas de sufrimiento y dolor, debido a las heridas que cubrían su cuerpo, Jesús lanzó un fuerte grito y dijo: «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu». Con estas palabras, exhaló su último aliento y falleció. En ese momento, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo, y un temblor sacudió la tierra desde lo más profundo. Uno de los soldados que custodiaba el lugar exclamó: «Verdaderamente, este hombre era el Hijo de Dios». Un sentimiento de temor se apoderó de los presentes. Cerca de la cruz se encontraba un grupo de mujeres que habían seguido a Jesús desde Galilea; entre ellas se hallaban María, su madre, María Magdalena y María, madre de Santiago. Ellas eran las más leales seguidoras de Jesús. Sin embargo, su resurrección estaba próxima.